
Esta no es la casa de mis antepasados
ni la del terco calor de mi infancia.
Toda ella gira detenida
ante este segante otoño
amotinado en mis cenizas.
Yo he sido esta casa y no otros hombres.
Yo he sido su noche, su verdeante explanada,
esa jaula finita entre cada párpado
donde la luz pasa y se asoma y pasa...
Nosotros somos su misterio
de tantas golondrinas ateridas,
cayendo como simples espejillos rotos
sobre los labios presentidos de Dios.
Esta es nuestra casa
con su tangible ruina de solo mariposas,
con su levitar de órgano claro,
con su techo impasible
para anunciarnos que aún existe.
En ella cada quien es rumbo,
cada quien sin el otro...
Adentro sólo queda nuestra mirada fija
al estrellarnos contra su regazo inútil,
excusando su muerte.
(En: Deshabitado augurio)
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