Buscar este blog

domingo, 15 de junio de 2008

Caballos en mi taza de café



































H
e llegado un poco tarde

a las 5:30 del café, y he levantado
esta tibia taza de modo
que levanto incluso el corazón.
He levantado la negra taza de beber,
y sin querer han entrado con tajo
azul sobre el pecho caballos,
caballos empuñados locos
pisando sangres,
caballos empuñados locos
hasta el filo unívocos,
caballos empuñados locos
contra esta taza relinchando
como un humillo,
o como una herida,
sobre mi negro sorbo todavía...

He aguardado
―cigarrillo en boca―
el estrago de todo cuerpo
sobre espejos besados.

¡Y sí!
Temo haberte fallado, padre;
el no haber sido suficiente
umbral dispuesto ante
¡tu hábito preciso de ser cuchillo!

Temo haber
decepcionado a ese otro,
¡que impenitente viene
preguntando por mí desde otras muertes!

Temo, simplemente, doler
como un tajo de crines sobre las cosas puras,
¡como un corazón
sitiando al corazón!

He llegado un poco tarde,
y he encontrado mi cuerpo
en la esquina más lámpara
del café: cucharilla y soledad y taza entre las manos.

Y sin embargo, he traído una
naranja doblada
en mi bolsillo,
para ofrecértela y distraerte
cuando decidas,
Dios mío,
tomarme por estas manos,
¡y disfrazar conmigo niebla a niebla
también tu grito!

(En: Hormigas en el pecho)

Ronald Campos López, costarricense.

Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama

Jugarretas a trasluz



"¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías
de los ángeles?... Todo ángel es terrible."
Rainer María Rilke

Lo nuestro es terrible:
Arribar como un niño a este mundo,
disfrazado para el viaje, y sin ser ya temible.

Lo nuestro es terrible...

Háblame, que no quiero
volverme esa palabra incesante para el silencio.
Tócame, porque ya, ¡ya ha sido demasiado tarde:
me he descubierto siendo Dios entre tus brazos!,
pues te besé tan sigilosamente,
que sobre tu boca estallaron lunas
rodeándolo todo, ¡todo, todo...!
Al final, sólo quedó
sobre tu sombra y mi sombra
este escarabajo cómplice
deshaciéndose en luz;
el resto fue sólo sombras.

¡Lo nuestro también es terrible!:
¡Esperar sobre el cuerpo
sólo un ángel furioso!
¡Y negar toda la vida cuando se ama,
cerrar los ojos y aventurar abrirlos contra
otro cuerpo que tampoco existe!

¡Lo tuyo es terrible!:
¡Convertirte en este ángel
tan lentamente ―repentinamente―,
que hasta incluso crees
que cuando ves en mí todavía es el mundo!

Lo nuestro también es terrible...

Mientras aguardan,
entrecerrados, nuestros ojos,
una mañana que tampoco comienza.

(En: Hormigas en el pecho)

La silla...



























"Ponla en pie ante Este Anciano, ella también teme
a Mi Persona. Porque Yo soy Jehová."
Levítico 19:32

La silla ha combatido
hasta poder amarte.
Ella se ha tomado como pretexto
solamente un café.

El mundo se ha detenido a descansar en ella
y tú, sencillamente,
¡sencillamente la has manchado!
Viniste a sentarte con luto entre las manos.
¡Viniste con el luto encubierto entre los labios!
Y luto en la camisa y los naranjos
y luto entre la herida y los zapatos
¡y luto en la madrugada y en el llanto!

La silla únicamente te ha mirado,
¡y sólo frente a ella estaba tu dolor en alto!
Ella sólo ha perseguido
su inquieta, azul, inquieta soledad:
¡Ella tan sólo te ha esperado!

Por eso dejadla en sus verticales
cuatro golpes,
porque ya has muerto
de frente sin poder morirte,
porque ya, ya has amado
¡y ahora sólo falta que partas tú!,
porque nadie mejor
que Yo para esperar tu sombra,
porque nadie, ¡nadie puede volver
sino siendo sólo otro con un golpe,
sólo un golpe de luz sobre sus hombros!

Ella tan sólo te ha esperado,
anciana sin sombrero entre la tarde.

La silla únicamente te ha mirado,
desde esta silla en que estabas
y ya no,
ya no podrás estar.

(En: Hormigas en el pecho)

Casa recostada

Ya quisiera ver yo esta casa,
incendiada toda de pasillo y de almuerzos,
y de madres...

Pero, últimamente,
me he sentado a platicar
con su dios de siete años,
quien desde el patio ha entrado
arrastrando consigo
la carcajada antigua
de su hamaca de cielos.

Y qué te dijera, si hasta
él mismo corre entre estos rincones,
recogiendo lagartijas y silencios y sus noches tan llenas
de conejos.
¿Qué te dijera...?,
si se recuesta sobre mi hombre como
sobre su propia muerte.

Si él es todas las voces
¡que cálidamente violentas
todavía me sentencian a la vida!
¡Si él es un niño de siete años,
que cruje arrastrando consigo
la tímida muerte aún colgada de mi bolsillo!

¡Y no!, ¡yo no quisiera
besar esta casa!,
pero últimamente, últimamente
me he sentado a platicar, a pie cruzado,
con su negra costumbre de gato maullándonos
cuartos de hora,
cuartos de hora azotándonos contra la muerte.

(En: Hormigas en el pecho)

A estribor del ángel
























Ser ángel es ser siempre
un delito.

Ser ángel es ser un niño, que sólo
tiene en la garganta apenas un barco atracando
hacia la muerte, con un dos
y en un dolor en alto estribor,
con un dos y un dolor
creyéndose irredento corazón.

Y fuera yo como Tú otros ángeles,
pero yo jamás, yo jamás
me he arrodillado tanto hasta besar
sobre la fruta augurios.

Yo jamás he comprendido
lo que es tirarse niño en plena tierra,
y someter contra otros ojos cada herida frente a frente
porque se tiene rocío,
como se tienen canicas
para canjear contra el olvido.

Ser ángel, es nacer
cada día, y todavía no saberlo.

(En: Hormigas en el pecho)

Hormigas en mi pecho

Heme, aquí tirado,
con un puñado de hormigas trepando por mi pecho,
de pronto trepando
hasta formar con manzana y miga y beso
mi corazón pequeño,
pequeño como un elefante,
como un elefante o su larga larga
verdad de marfil o de nieve;
¡de nieve!, como cuando decide
emprender su eterna caída
de fruta o hamaca sobre el mundo;
¡fruta... tal vez hamaca, elefante o trompa,
y sin embargo aún tan pequeño mi corazón!

Porque no es posible tener, en cambio,
un puñado de hormigas
o un zapato atorado
en el pecho, aprendiendo
lo que es ser hombre de corbata
o niño en alta tarde,
ay con el corazón cortado.

Heme aquí,
Dios mío, tirado,
y sin saber acaso cuándo
empezar a pronunciarme hombre,
porque hasta ahora,
hasta ahora sólo he sabido de mi silencio
en pleno rostro,
sitiando el corazón...

(En: Hormigas en el pecho)

Asignatura cotidiana

Hoy que como siempre he reído
ante mi propio abrazo en retirada.
Hoy que cualquier página de noticiero
manosea de golpe
mi piel toda contra el viento.

Hoy que he amotinado
de repente mi camisa
sin su atareada pregunta de botones.

Hoy que es tantas noches
solamente mi desnudez,
desprendiendo, una a una,
poleas de solo olvido contra el olvido.

Hoy... que ho ha sido el aire que iniciamos
sino esta máscara
demorada frente al silencio.
Hoy que tantas noches se agitan ya de pronto,
rehusando entregarle nuestros cuerpos insomnes
a algún ángel... a este ángel
omitido por el beso.

Hoy, en fin, que tanta noche se rompe
en las íngrimas deudas de Tu cuerpo,
es cuando busco sobre esta
indescifrable dentadura, lentamente,
la palabra
rezumada
de mi infancia.

(En: Deshabitado augurio)

Apología de mi hermano

Para René,
ocaso interminable


Sí, mi hermano se duerme despacio,
como asilando estas espadas verdes
de tanto azar en sus pupilas.

Y en su pie anochece
el ronroneo inquieto del augurio,
¡y en su boca estalla inaplazable
la claridad convocada de la ausencia!

Mi hermano es así, tan callado
y serpentino
como las sangrantes curvaturas del crepúsculo.

Y si nacieran en su cuello auroras,
ahuyentaría la sigilosa ceniza
en la que ha pensado Dios su inconcluso rostro.

Y es que su nombre grita
adivinando con sangre todo en mi casa:
cada retrato, cada espejo,
¡todos los rincones unísonos que en el cuerpo
le inventaron el deseo y la sed!

Sí, ¡es un grito que se detiene solo
conjugado en plural frente al silencio!

(En: Deshabitado augurio)

La casa...


"Es verdad que sus puertas están abiertas
¡Que entre el que quiera!"
Jorge Luis Borges


Esta no es la casa de mis antepasados
ni la del terco calor de mi infancia.
Toda ella gira detenida
ante este segante otoño
amotinado en mis cenizas.

Yo he sido esta casa y no otros hombres.
Yo he sido su noche, su verdeante explanada,
esa jaula finita entre cada párpado
donde la luz pasa y se asoma y pasa...

Nosotros somos su misterio
de tantas golondrinas ateridas,
cayendo como simples espejillos rotos
sobre los labios presentidos de Dios.

Esta es nuestra casa
con su tangible ruina de solo mariposas,
con su levitar de órgano claro,
con su techo impasible
para anunciarnos que aún existe.
En ella cada quien es rumbo,
cada quien sin el otro...

Adentro sólo queda nuestra mirada fija
al estrellarnos contra su regazo inútil,
excusando su muerte.

(En: Deshabitado augurio)

Opresión


¿Cómo serán los campos de Castilla,
las orillas del Danubio,
las penumbras de Alejandría?
¡Ah pero los campos de Castilla...!

Mi voz intratable es un evangelio de armas,
que viene a temblar ahora
sobre estas rejas
hasta beberme
por entera la desnudez.

Quiero una piel terrible,
mas no de arcilla como antes,
sino de hogueras
para arder en mi prisión.

¿Cómo serán los campos de Castilla...?
Y parecerme allí innegable
detrás de ellos y con ellos.
¡Y sentir que he nacido con la noche!

Alguien, de frente, me mira.
―Yo conozco ese rostro―.
Que el prisionero no es el hombre,
ni el acero la redención.

Quizá el olor de tu voz invada esta celda
o simplemente se vaya haciendo lluvia
hasta ladrar y escupirme en la mirada,
o simplemente te vas cayendo
tan lento como el ocaso,
¡llamándome,
desde los campos de Castilla...!

(En: Deshabitado augurio)

Artilugios del crepúsculo

"Como un ángel sereno de la noche
mi mitad se cierra y mi mitad se abre..."
Virginia Pineda


Pero quizá otros nos demoren,
inútilmente, esta sed
con sus palabras...

Y quizá tu cuerpo se sobreponga
apenas silente, desgastando
su última hoguera todavía,
contra mi abrazo predispuesto ya.
contra esta adeudada sombra
que es tanto otoño descendiendo a tu mirada.

Tal vez no he podido ser sino esta urgencia
enfrentada de nuestros cuerpos:
¡artilugios pulsantes del crepúsculo,
tornándose, inevitablemente, ángel!

Sin embargo, tú... yo...
como simples pasajeros interrogantes,
prometiéndonos infancias y azares y este beso
sobre otras latitudes,
reflejándonos, sinuosos de pronto,
sobre espejos que no fueron, y que aún nos duelen.

¿Pero dónde la complcidad
inagotable de tu asombro?

¿Dónde esta señal undívaga de tu piel
contra mi espalda,
anegando tan despacio nuestra derrota
erguida entre la noche?

¿Dónde? ¿Dónde hasta negarnos
este imprescindible latido
sobre esta mesa desnudísima
y su prodigio inaplazable de silencios?

Quizá... aún nos demore,
inútilmente,
esta sed.

(En: Deshabitado augurio)

Elegía náufraga

Pero debo decirte, amor,
que me dueles aún aquí
entre cada latido gastado adestiempo,
¡que todavía me duele
la totalidad inconclusa
de tu incendio en mi palabra!

Y aquí, entre cada lámpara inevitable de abril,
donde te avienes, así de pronto,
con este beso de espadas desnudísimas.

Y aquí, donde caes
poblando lentamente
tus lejanías,
detrás de cada tarde
deshilada sobre mis manos...

Alguien ha dejado olvidado su jadeo
en esta arcilla atareada
del crepúsculo sobre mi hombro.

Y aún más cuando mi tacto de nieblas inhabitadas
estalla con su olor
a laberintos besados,
y esta sed,
huidiza de tantos mundos,
se vuelve hombres y náufragos y noches,
sobre la inmensidad levísima de tu espalda...

(En: Deshabitado augurio)

¿Conocía usted sobre la poesía trascendentalista costarricense?

¿Cómo califica la poesía trasdendentalista de Ronald Campos?

¿Le interesaría conocer más sobre poesía trascendentalista?