Para René,
ocaso interminable
Sí, mi hermano se duerme despacio,
como asilando estas espadas verdes
de tanto azar en sus pupilas.
Y en su pie anochece
el ronroneo inquieto del augurio,
¡y en su boca estalla inaplazable
la claridad convocada de la ausencia!
Mi hermano es así, tan callado
y serpentino
como las sangrantes curvaturas del crepúsculo.
Y si nacieran en su cuello auroras,
ahuyentaría la sigilosa ceniza
en la que ha pensado Dios su inconcluso rostro.
Y es que su nombre grita
adivinando con sangre todo en mi casa:
cada retrato, cada espejo,
¡todos los rincones unísonos que en el cuerpo
le inventaron el deseo y la sed!
Sí, ¡es un grito que se detiene solo
conjugado en plural frente al silencio!
(En: Deshabitado augurio)
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