Heme, aquí tirado,
con un puñado de hormigas trepando por mi pecho,
de pronto trepando
hasta formar con manzana y miga y beso
mi corazón pequeño,
pequeño como un elefante,
como un elefante o su larga larga
verdad de marfil o de nieve;
¡de nieve!, como cuando decide
emprender su eterna caída
de fruta o hamaca sobre el mundo;
¡fruta... tal vez hamaca, elefante o trompa,
y sin embargo aún tan pequeño mi corazón!
Porque no es posible tener, en cambio,
un puñado de hormigas
o un zapato atorado
en el pecho, aprendiendo
lo que es ser hombre de corbata
o niño en alta tarde,
ay con el corazón cortado.
Heme aquí,
Dios mío, tirado,
y sin saber acaso cuándo
empezar a pronunciarme hombre,
porque hasta ahora,
hasta ahora sólo he sabido de mi silencio
en pleno rostro,
sitiando el corazón...
(En: Hormigas en el pecho)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Me parece genial el juego de cómo se va convirtiendo el corazón siempre en algo más mágico... Te felicito.
Publicar un comentario