Pero debo decirte, amor,
que me dueles aún aquí
entre cada latido gastado adestiempo,
¡que todavía me duele
la totalidad inconclusa
de tu incendio en mi palabra!
Y aquí, entre cada lámpara inevitable de abril,
donde te avienes, así de pronto,
con este beso de espadas desnudísimas.
Y aquí, donde caes
poblando lentamente
tus lejanías,
detrás de cada tarde
deshilada sobre mis manos...
Alguien ha dejado olvidado su jadeo
en esta arcilla atareada
del crepúsculo sobre mi hombro.
Y aún más cuando mi tacto de nieblas inhabitadas
estalla con su olor
a laberintos besados,
y esta sed,
huidiza de tantos mundos,
se vuelve hombres y náufragos y noches,
sobre la inmensidad levísima de tu espalda...
(En: Deshabitado augurio)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario