
Tócame.
Tú pediste el adiós.
Tan lenta e indecisamente me pediste
el adiós.
Tócame,
toma esta llave.
¡Y atraviesa mi cuarto insospechado!,
¡porque es hoy mi piel la que busca tu hombro!,
¡la mano frente a lo antes nunca amado!
Temor súbitamente de rodillas
¡mordiendo soledad, mordiendo labio!:
¡Tus labios…!
Si el amor no eres tú,
¿quién cumplirá dócilmente tras la muerte?
Tócame.
Yo soy quien se ha equivocado:
He demostrado amarte.
(En: Navaja de luciérnagas,
próximamente edición EUNED 2010)
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